jueves, 27 de noviembre de 2008

Olivier ha pasado a mejor vida

Nuestro carrito de la compra, Olivier, aquél que compramos la semana que nos instalamos y que nos ha acompañado en tantas visitas al Alcampo de La Defensa y al Día, ha concluido prematuramente su ciclo vital. Cuando se quedó cojo de una rueda, Alejandro hizo un apaño con cinta adhesiva, y lo dejamos un tiempo en rehabilitación. El lunes decidimos llevárlo con nosotros de nuevo, a pesar de que su inestabilidad era patente; algo nos decía que sería su último viaje. Sin embargo, superó nuestras expectativas, aguantó hasta el final y cuando llegamos de vuelta a casa, estiró la pata, digo la rueda.


Gracias por todo, Olivier, nos has sido de tanta ayuda. Probablemente haya muchos otros como tú, pero ninguno de ellos se podrá comparar a tí, nuestro primer amigo en París.


lunes, 24 de noviembre de 2008

No estábamos solos

Anoche descubrimos que no hemos estado solos en esta casa desde que nos instalamos. Teníamos nuestras sospechas de que el apartamento no se había vaciado al completo. El diplomático lituano nos había dejado una muda advertencia, que encontramos el primer día sobre la nevera cuando hacíamos limpieza general. Pero lo cierto es que no le prestamos demasiada atención. Hasta que empezamos a notar su presencia en la cocina. Sombras negras que se deslizaban de puntillas y se ocultaban en la pared, el chasquido al pasar junto a una bolsa de plástico...¿Cómo podíamos imaginar que éramos observados mientras prepárabamos la cena? Y luego, encontramos aquél agujero en la pared debajo del radiador. Aquélla era la puerta que usaban nuestros visitantes. Él hallazgo sólo dio lugar a algún comentario en tono de broma, y pronto nos olvidamos de nuevo.
Sin embargo, anoche confirmamos con creces nuestras sospechas. Estaban más ruidosos que de costumbre, quizá se habían vuelto demasiado confiados, y ese fue su error. Cuando nos dirigimos intrigados a la cocina, atraidos por los ruidos, no les dio tiempo a esconderse sin que los viéramos. Nada menos que cuatro ratoncillos, uno tras otro, corrieron por la tubería y se escondieron en el hueco de la pared. Como mucho esperábamos encontrar dos, pero no cuatro, aunque claro, estos bichos siempre van en familia.
Pasado el momento de chillidos, saltos y risa floja, nos miramos y decidimos que era el momento de recurrir al arma letal que nos había dejado en herencia el diplomático lituano. Seguía allí, sobre el armario de la nevera.Pegamento. Al rato de preparar la trampa (un cartón embadurnado en la silicona pegajosa con un pedazo de queso como reclamo), cayó uno. Oímos su gritito de pánico, pobrecillo. Voy a dejar la historia aquí porque tiene un final muy triste, y a menos que sus hermanos hagan su hatillo y se vayan, correrán un fin parecido.
Fue una noche extraña la de ayer. Lo último que recuerdo, antes de quedarme dormida, es que Paola y yo estábamos tratando de convencer a Ale de que Mickey Mouse llevaba guantes blancos, pero él no nos creía.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Los últimos días de María Antonieta

Hace dos semanas visité el Palacio de Justicia, también llamado La Conciergerie. Aquel desde cuya ventana Frollo desahoga su pasión por Esmeralda mirando hacia Notre Dame.






Fue construido por orden de Clodoveo, primer rey de los Francos, para tener su residencia personal en la isla de la Cité. Cinco siglos después, con la dinastía de los Capetos, fue destinado a albergar el consejo y la administración real. San Luis quiso hacer del palacio un prestigioso símbolo del poder real y continuó reformándolo. Con Felipe IV el Hermoso fue la sede del Parlamento de París. A finales del siglo XIV, Carlos V destinó el edificio a Palacio de Justicia y Prisión; fue entonces cuando se le empezó a llamar Conciergerie, por el intendente o "concierge" que colocó allí encargado de la administración y el control de los presos. Con la Revolución Francesa, el Tribunal Revolucionario se instaló en el palacio y le sacó todavía más partido como prisión, porque con Robespierre el número de encarcelados (sospechosos y condenados, todos en el mismo saco) aumentó como nunca.

Las partes inferiores son de las pocas que se pueden visitar. La Sala de las Gentes de Armas es una inmensa sala de puro estilo gótico, con cuatro naves con bóvedas ojivales. El Pabellón de las Cocinas está en un lugar estratégico, a un costado del edificio dando al Sena, dado que los víveres llegaban por vía fluvial.

En el piso superior pude visitar las Salas Revolucionarias. Por el corredor de los prisioneros se accede a las celdas. Podemos clasificarlos como se hace hoy en día con los hoteles: La celda de dos estrellas servía para encarcelar a cuatro o cinco presos que dormían sobre el suelo de paja. Unos botijos descascarillados que de vez en cuando tendrían agua y un orinal eran todo el mobiliario. La celda de tres estrella tenía dos camas y una silla en medio sobre la que se ponía la vajilla con unos cuantos mendrugos negros de pan, pero al menos se podía dormir en posición horizontal. Finalmente, la celda de cuatro estrellas era individual, con un escritorio y lo que en la época se llamaba "recado" de escribir. Lógicamente, estaba destinada a personajes más importantes, políticos o intelectuales, que tenían "derecho" a una mayor intimidad. Se preguntarán cual era la celda de cinco estrellas. Pues nada menos que la de María Antonieta, ésa era la más completa, si bien seguía siendo austera: una cama de tamaño "regio", un reclinatorio, una silla-orinal de madera, (siempre mejor que un cacharro de hojalata en el suelo), un escritorio y un cuadro de la Virgen colgado de la pared. En esta suite pasó 76 días, eso sí, vigilada día y noche por dos centinelas, hasta que la hicieron pasar por la guillotina. La celda que ví no es más que una reconstrucción, la auténtica estuvo donde ahora hay una capilla conmemorativa.

En la Capilla de los Girondinos me encontré con una sorpresa. Se trata del oratorio en el que los 21 diputados girondinos celebraron un último banquete antes de ser ejecutados en 1793. En la pared había un cuadro de algunos de los prisioneros que estuvieron hacinados esperando la muerte, y en el centro del cuadro, sentado sobre una silla con aire pensativo, André Chénier. Cuando vi la ópera la temporada pasada en Las Palmas, no tenía ni idea de que fuera un personaje histórico.

Y esta fue mi visita al Palacio de Justicia. Aprendí mucho más ese día sobre el Tribunal Revolucionario y la época del Terror; lo pondría aquí por escrito pero la idea no es que este blog sea una enciclopedia, sino que refleje aquéllo que más me haya impresionado, así que quien se haya quedado con ganas de saber más, le recomiendo la Larousse ;).

Nuevo encuentro con Rodin

Hoy he visitado el Museo de Rodin. Está muy cerca del Boulevard Saint-Germain, si lo hubiera sabido habría ido antes. Sólo tuve que bajar por la Rue du Bac hasta donde corta con la Rue de Varenne y allí girar a la derecha, de hecho queda a un paso de Los Inválidos.


Las esculturas ya las conocía. Hace años pude ver una buena parte de ellas en una exposición en Las Palmas, pero no es lo mismo que descubrirlas en el jardín del museo, en perfecta armonía con el entorno.


El Pensador, quizás su obra más conocida, cavila a solas sobre su pedestal. Es como si toda la pesadumbre del mundo cayera sobre sus hombros y apenas pudiera soportar el peso.

El jardín detrás de la mansión es un lugar tranquilo, apenas se oye el trinar de un pájaro, el roce del viento entre los setos, el único movimiento es el de las ondas leves que se forman en el estanque. De todas las visitas que he hecho hasta ahora, esta ha sido en la que más he encontrado visitantes solitarios como yo, que se sentaban en un banco a disfrutar de la quietud del lugar.









La puerta del infierno, una obra dantesca, estremecedora, donde volvemos a encontrarnos con El Pensador, asistiendo desde lo alto al espectáculo de los cuerpos contorsionados que son arrastrados al abismo por una fuerza a la que no se pueden enfrentar, y del que ya no hay salida. Para aquéllos que crean en el Infierno, ninguna representación puede resultar más desgarradora.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Soirée d'intégration

Estas son algunas de las fotos que nos han pasado de las dos noches que hemos hecho fiesta en casa.




De izq. a dcha: Paola, Angela, Mareike, medio cuerpo de Ale y yo de espaldas.

Mareike, Agniezska, Alejandro, Valentine, una austriaca cuyo nombre no recuerdo, y Céline.



Christina, Laura, Agniezska, Ale y Mareike.



Mareike, yo, Paola, Angela, Christina, su amiga austriaca y Laura.




De derecha a izquiera, Agnes, Mareike y la compañera de piso de Agnes.




Agniezska y Ale



Ale, Sophie, Paola, la compañera de Agnes, Mareike, yo, Agnes y Magdalena.



Paola y yo haciendo los huevos rotos y el intento de tortilla.







domingo, 16 de noviembre de 2008

Aux grands hommes la patrie reconnaissante

El sábado realicé otra de las visitas que tenía pendientes: el Panteón. Originariamente era una basílica levantada por el rey Clodoveo en el año 507 como sepultura de su mujer, la reina Clotilde. Después se convirtió en la tumba de Santa Genoveva, patrona de París, y lugar de peregrinaje. El rey Luis XV la reformó después de curarse de una grave enfermedad, según él gracias a la intercesión de la patrona. Y ya por último se convirtió en templo cívico con motivo del funeral de Victor Hugo, cuando una comitiva multitudinaria condujo hasta allí su ataúd.

Sólo pude ver las naves y la cripta, porque la tribuna y la cúpula están cerradas de abril a octubre. Salta a la vista que el frontispicio está inspirado en el Panteón de Agripa en Roma.





En la nave principal está el péndulo de Foucault, en homenaje al científico que consiguió demostrar el movimiento de rotación-traslación de la Tierra.



En la intersección de las naves hay grupos de esculturas que representan la Gloria, la Muerte, la Patria y la Justicia. Al fondo, en el coro, otro grupo escultórico evoca la Convención Nacional. A ambos lados del coro se encuentran las escaleras que bajan a la cripta.

Rousseau y Voltaire, enemigos en vida, uno frente a otro en sarcófagos de madera.



Pierre y Marie Curie, juntos en el mismo nicho en sarcófagos blancos. Él murió de una forma muy cruel, atropellado por un coche de caballos. Ella continuó durante treinta años más con la labor que habían emprendido, después de que él muriera. El precio del descubrimiento del Polonio lo pagó muy caro, las radiaciones del uranio acabaron con su salud.



En otro pasillo encontré a tres amigos mío reunidos: Victor Hugo, Alexandre Dumas y Émile Zola, como los Tres Mosqueteros. Me pregunto de qué hablarán cuando nadie puede oirlos...de los 19 años de exilio de Victor Hugo, del asunto Dreyfus que llevó a Zola a escribir su "J'accuse", Dumas hablaría de sus novelas, sobretodo de su gran obra maestra, "El Conde de Montecristo".


Y ya por último, otra muestra más de frikismo: la fachada de la facultad de Derecho de la Sorbona, a un lado de la plaza en la que se encuentra el edificio del Panteón.



¿Y qué palabras están grabadas debajo del frontispicio? Como no podía ser de otra manera:

LIBERTE, EGALITE, FRATERNITE


Encuentro con las reinas de Francia


Los jardines de Luxemburgo, otro sitio de París que añadir a mi lista de favoritos. En realidad, no tiene mucho sentido que los describa si puedo colgar las fotos. Fue un paseo en solitario, salí de casa a las doce de la mañana, de puntillas para no despertar a mis "collocataires", y me dirigí para allá, con la cámara de fotos y un libro en el bolso. Hace tiempo que quería pasear por allí, sobretodo desde que Celtix me lo recomendara. (Lo siento, no he podido esperar a que vuelvas para ir). Aunque sea otoño y la mayoría de los árboles no tengan apenas hojas, no deja de ser un sitio precioso, en medio mismo de la ciudad, con sus estanques, sus alamedas y con el Palacio de Luxemburgo, que actualmente alberga al Senado. Muy cerca están las esculturas de las reinas de Francia, de forma parecida a las estatutas de los reyes godos en el Palacio de Oriente. Me detuve delante de cada una, y le saqué una foto a una de mis preferidas, aunque su reinado en Francia fuera de los más efímeros, María Estuardo.

Me encanta que los parques de París tengan sus sillitas verdes de hierro colocadas en los bordes de los estanques y de la peluse, es decir, el césped (me hace tanta gracia ese nombre en francés porque es totalmente lo contrario a la idea de pelusa en español). Después de secar el agua de la lluvia con un pañuelo, me senté en una de ellas y saqué mi libro. El tiempo transcurrió sin apenas darme cuenta, mientras dejaba que Dominique Lapierre me contara la independencia de la India.












viernes, 7 de noviembre de 2008

Siempre nos quedará Paris


Esta entrada se publica con evidente retraso.Ya no es noticia el que hace una semana que mi familia viniera a visitarme. Pero no por eso voy a dejar de hacer una referencia a los cuatro días tan divertidos que pasamos juntos. Con ellos volvió también la lluvia, así que guardo un recuerdo más bien mojado de nuestros paseos, repartiéndonos bajo los paraguas, el Sena cubierto por una ligera neblina.

Después de la alegría del reencuentro, en el Puente de Alejandro, (besitos, abrazos, nombrecitos cariñosos que me da mi madre y que no voy a repetir aquí,ejem), empezó nuestro recorrido por París. Queríamos verlo todo, cada día estaba cuidadosamente planeado para poder aprovechar cada minuto. Mi madre recordaba muy bien su primera visita hace años, con mis abuelos, y ante la oportunidad de estar ahora los cinco reunidos aquí, se sentía pletórica. Laura, por su parte, no tardó nada en comprarse una boina negra, para introducirse completamente en el ambiente parisino.

Lo primero que hice después de almorzar juntos en un restaurante recomendado por mis tíos, fue enseñarles mi casa, por si todavía quedaba alguna duda de que no estábamos instalados con las maletas y el piano debajo del Pont Neuf. Menos mal que hicieron la vista gorda al hecho de que el piso estuviera patas arriba, ¡pero es que a estas alturas los obreros no se han presentado todavía!
La verdad es que se me hacía extraño que estuvieran los cuatro en un hotel en Les Invalides (es decir, a media hora andando) mientras yo, al despedirme de ellos cada noche, me venía a dormir cómodamente a casa. Por la mañana solíamos quedar a una hora concreta bajo mi portal pero al final siempre se retrasaban, porque los muy aventureros se metían en el metro y acababan dando unos rodeos por las líneas del inframundo para luego salir a la calle por el lado contrario de donde habíamos quedado. Por una parte me preocupaba que anduvieran por ahí solos, (menos mal que mi hermana, más avispada, estaba siempre al frente de la expedición), pero por otra , era también un alivio, porque así quedaba confirmado a quién he salido yo, tan despistada...;). Vamos, que lo mío no sólo es genético, sino además totalmente incurable.
Estas son algunas de las fotos. Como siempre, una imagen vale más que mil palabras.









El viernes por la mañana visitamos la Opera. Nos quedamos maravillados al conocerla por dentro, sobretodo porque teníamos en la mente las imágenes de la película "El fantasma de la Opera". De vez en cuando Laura y yo tararéabamos por lo bajito las canciones. Vimos el Palco número 5, reservado al fantasma para que viera las representaciones. (Qué le vamos a hacer, somos unas frikis sin remedio). En la segunda foto estamos en la famosa escalera en la que se representa el Baile de Máscaras. También vimos la Biblioteca y los palcos. En uno de los sótanos se exponían los "tutús", en particular el del Lago de los Cisnes que utilizó la Pavlova.
Ese día tuve que ir a clase por la tarde, porque además me tocaba presentar un trabajo en grupo. Así que mientras tanto ellos dieron un paseo por el Boulevard Saint-Germain y llegaron hasta la Sorbona. Laura pudo incluso ver el edificio de la Facultad de Medicina. Después de mi clase, fuimos a visitar el Louvre. Sólo nos dio tiempo a visitar las obras de arte más emblemáticas, lo cual por un lado fue una pena, pero por otro estábamos bastante cansados, y como ya se sabe, el Louvre hay que visitarlo en minidosis para poder disfrutarlo de verdad.
El sábado Manu (alias "frikináutico") y mi padre organizaron un "plan de chicos": fueron al Museo del Aire, mientras mi madre, Laura y yo nos fuimos apasear por los Campos Elíseos- y de camino vimos la Madeleine- y luego a descansar un rato al Café de la Paix. Esa noche fuimos a otra de las citas ineludibles: Notre Dame. Aunque hubiera sido mejor entrar de día para poder apreciar los fantásticos colores de las vidrieras. Terminamos dando un paseo por la calle principal de la Isla de San Luis; es una calle que me gusta mucho porque tiene crêperies y tiendas de lo más bonitas y curiosas. Hay un restaurante en particular que me encanta, se llama "Nuestros ancestros los galos", y que tiene en el escaparte una marmita y un jabalí.




Más fotos.










El sábado por la noche Paola y Alejandro nos soprendieron preparando la cena para todos: arroz con pollo al curry, la especialidad de Alejandro. Preparamos la mesa del comedor como si fuera Nochebuena ;), con el mantel color burdeos (super hortera, para qué negarlo) que compramos nuestra primera semana aquí y sacamos platos y vasos extra de la alacena. Fue una noche de la que nos ha quedado un muy buen recuerdo, aunque igualmente se me hizo raro ser anfitriona de mi propia familia.


El domingo llegó, y con él se despejó el cielo de forma que París lucía aún más bonita. Después de ver la Torre Eiffel, nos despedimos. Manu recibió un soplo de inspiración: "Siempre nos quedará París", dijo.





martes, 4 de noviembre de 2008

US Elections Day

Por fin ha llegado el día. Ya estabamos saturados de caucuses, pre-campañas y campañas. Los candidatos han dicho lo que tenían que decir hasta el punto de quedarse sin nada más que decir; se han sometido a debates y a "conversaciones espirituales" con líderes religiosos; hemos rastreado los orígenes paternos de Obama en Kenya y las andanzas de McCain en Vietnam; hemos hecho todas las comparaciones posibles y hasta nos hemos dejado apelar al sentimiento por Michelle Obama hablando del maravilloso hombre que es su marido. Han llovido críticas y alabanzas, a los candidatos la crisis financiera les ha pillado desprevenidos y se han visto casi obligados a hacer un simulacro de cómo actuarían si estuvieran en la presidencia.

Este verano en la Rua conocí a Ryan, de Massachussets, que estaba de monitor de baloncesto en un cursillo de verano. Cuando le pregunté quién era su candidato preferido, me dijo que "Obama, wholeheartedly", con todo el corazón. Aquí, en Sciences Po, los estudiantes americanos que he visto llevan pins de Obama en sus mochilas. Ayer se celebró también en la universidad un concurso de disfraces de personajes americanos; el premio es un viaje a Nueva York. Esta tarde hemos dado clase de Droit Public con dos televisores retransmitiéndonos las elecciones por la CNN. Si eso ya parece el colmo, no es lo único que organiza Sciences Po estos días. De hecho, intenté asistir a la retransmisión comentada de las elecciones "en tiempo real" por la emisora de radio de la universidad, pero cuando quise registrarme, estaba el aforo completo. (Ya sé que es muy friki pero no me nieguen que no habría sido curioso).

En unas horas sabremos quién es el nuevo inquilino de Pennsylvania Avenue. Todos hemos hecho nuestras apuestas. Hugo Chávez está exultante porque "ya no olerá a asssssufre" en la próxima Cumbre a la que asista Estados Unidos, puesto que ha vaticinado que "ganará el negro".

Personalmente, creo que la imagen de Obama está muy idealizada, aunque a mí también me suscite bastante más entusiasmo que McCain. Igual que prefiero a Joe Biden antes que a mete-patas-Sarah Palin. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando tenga que poner en marcha las reformas que ha prometido, como la del sistema sanitario o la de reducir las emisiones de carbono, no lo va a tener tan fácil. Necesitará el apoyo de los republicanos, en mayor o menor medida, en el Capitolio. Por eso no es oro todo lo que reluce,y por eso me parece tan ilusoria esta etapa del "yes we can" que hemos oído hasta la saciedad.